Puntaje: 14/20
Género(s): Garage Rock / Indie Rock
Año: 2015
Sello: Mom + Pop
Nada como un álbum debut para
conocer a cabalidad el trabajo de un artista. El primer álbum es siempre el de
victoria ante las circunstancias de la vida, el que poco tiene que ver con
disqueras importantes. Es ese que se pudo hacer gracias a enormes esfuerzos
colectivos a falta de grandes presupuestos económicos. El primer álbum es el
sueño hecho realidad, el paso de consumidor musical a productor, la
confirmación de que finalmente es posible aparecer entre las novedades del
iTunes Store. No hay nada como el primer álbum, y vaya si Courtney Barnett lo
sabe. Barnett es una cantante y compositora australiana de veintiséis años que acaba
de publicar su primer LP (de título largo y burlón), y aunque ya se sabía
algo de ella en el mundo del indie, se puede decir, sin ninguna duda, que es
una de las revelaciones musicales del año.
En lo que va del 2015, pocos
trabajos han recibido tanta atención como este. Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit es la
constatación del talento y el poder inventivo de Barnett. Algunas sospechas de
aquellas cualidades habían dejado sus primeras producciones, entre las que
destacó, sobre todo, The Double EP: A Sea
Of Split Peas (2014). El estilo de la australiana es muy directo:
guitarras, baterías, bajos, poca variedad, muchos acordes y algunas melodías
que, en la mayoría de los casos, resultan cautivadoras. Eso en cuanto a la
música. Por su lado, las letras suelen llamar mucho la atención. Si acaso a Sometimes I Sit… se le puede reprochar
no ofrecer un gran despliegue de composición musical, la narrativa que propone
la compositora es un punto a favor en varios momentos. Todo ello siempre
acompañado, por supuesto, de un rock de garaje que a veces se confunde con el
indie rock, toma prestado elementos estructurales del pop-rock tradicional y
hace recordar a artistas como Sleater-Kinney o Liz Phair.
Desde el inicio, Courtney
Barnett nos cuenta una historia. “Elevator
Operator” narra la desventura de Oliver Paul, un joven de veinte años que
tiene como sueño convertirse en —ya lo anuncia el título— un ascensorista. “All the people look like ants from up here /
And the wind is the only traffic you can hear / He said: all I ever wanted to
be / Was an elevator operator, can you help me please?”, canta Barnett, apoyada
por una batería que genera una fuerza fácil de percibir a través de un pulso
acelerado marcando un compás de 2/4. Más llamativa y potente
resulta la segunda canción, “Pedestrian
At Best” (de la cual se ha afirmado, incluso, ser la mejor canción de lo que va del año), con versos cargados de cinismo y cierta maldad: “Put me in a pedestal and I’ll only disappoint
you / Tell me I’m exceptional, I promise to exploit you / Give me all your
money, and I’ll make some origami, honey / I think you’re a joke, but I don’t
find you very funny”, se escucha en el coro. Mediante la misma fórmula (acordes
de guitarras, bajos y percusiones), aquí Barnett nos regala uno de los detalles
más interesantes de su propuesta musical, pues, excluyendo el coro, en este
tema es natural encontrarla lanzando sus versos sin melodías vocales.
En efecto, durante gran parte
del álbum, la vocalista se la pasa hablando más que cantando, dejando claro que
lucir un registro vocal muy versátil no es lo suyo. Veamos, por ejemplo, “Dead Fox”, séptimo tema del LP. De
nuevo, la sensación de renuncia a las melodías vocales aparece. Barnett entona
sus versos con un desparpajo propio del punk, agregando así un género más a la
mezcla de estilos que, como no es muy difícil percibir, están presentes en su
música. Ya hablaba antes de la narrativa que plantea Barnett, y vale
mencionarla ahora, ya que en este tema se tocan cuestiones relacionadas con ciertas
políticas que han causado polémica en Australia. El propio título “Dead Fox” hace referencia a “Linfox”,
una empresa australiana dedicada al transporte de productos. Aquí Courtney
critica la inversión que se ha hecho en la construcción de carreteras para el
transporte de mercancía, pues considera que es darle demasiada importancia al desarrollo
de las grandes empresas. Así, y aludiendo a otra medida que causó polémica
recientemente en Australia (el sacrificio de tiburones que merodeen las playas
del oeste del país), llega a afirmar: “Maybe
we should mull over culling cars instead of sharks / Or just locked them up in
parks where we can go and view them”.
Pero también hay momentos de
sosiego en Sometimes I Sit And Think.
Encontramos el rock más sofisticado en “Small
Poppies”, que es, con siete minutos, el tema más extenso del álbum. A lo
largo de esta canción, más que nunca, conocemos a la Barnett guitarrista.
Efectos, distorsiones y hechizantes melodías se apoderan de nuestros oídos de
principio a fin. Un poco más de soft-rock en 2/4 se escucha con “Depreston”, de las pocas canciones sin
coro ni estructura predecible. Aquí, de nuevo, la propuesta musical se torna
muy agradable y los efectos de guitarra no logran otra cosa que una atmósfera
de tranquilidad fácilmente disfrutable. No obstante, los resultados que
obtiene la compositora cuando disminuye la intensidad no siempre logran
cautivar, o al menos esa sensación deja la agonizante “Boxing Day Blues”. Sus tres minutos pasan rápido y nunca logran
enganchar o llamar la suficiente atención (llega a ser monótona, incluso), por
lo que, al menos a mí, me pareció un final un tanto flojo para el álbum.
Menos mal, Coutney Barnett es
una artista ambiciosa, sino la reseña no habría dado para más. No podía
terminar sin comentar lo que es, posiblemente, la mejor composición del LP. “Kim’s Caravan” es el penúltimo tema y
el más descabellado para una producción como esta. Es de esas canciones que
solo tienen sentido cuando se escuchan desde el primer segundo hasta el último. La música es tan
onírica como las letras. Barnett convierte a Jesucristo en mujer (“Satellites on the ceiling / I can see Jesus
and she´s smiling at me / All I wanna say is…”) y la fuerza melódica va
aumentando con el pasar de los segundos. Se trata, pues, de un auténtico
crescendo, digno de una banda (recordemos que Barnett toca junto a un bajista y un baterista) que saca un provecho magistral a su limitada
instrumentación. Basta notar el modo en que va variando el protagonismo de cada
uno. Al inicio nada resuena tanto como el bajo y las percusiones son más bien
suaves. Luego, la guitarra va ganando terreno con sus arremetidas en forma de
armonías. Finalmente, el desenfreno de una voz repitiendo el mismo verso una y
otra vez (“So take what you want from me”)
nos asombra mientras la composición llega a sus niveles más álgidos de
intensidad. Sin duda, uno de los mejores momentos del álbum.
Dudo que Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit sea uno de los
mejores álbumes del año. Lo que sí me queda claro es que se trata de uno de los
mejores debuts del 2015. Barnett ha sido inteligente haciendo un álbum como
este, violento pero a la vez de fácil digestión, con muchas letras pero
tratando temas cotidianos, corriendo pocos riesgos pero sin dar lugar a la
austeridad creativa. Que la australiana ya esté como artista destacada en el
mercado norteamericano y en el británico solo demuestra el éxito de su
propuesta. Definitivamente, y esto vale la pena recalcar, no es música que no
se haya hecho antes o que signifique un cambio de paradigma en algún género.
Creo que, más bien, esto es un primer álbum en su más puro estado: vigorosidad
en la interpretación, una mezcolanza descuidada de influencias y grandes dosis
de cautela en el resultado final. Un trabajo sólido que, en resumidas cuentas,
deja a Courtney Barnett un reto exquisito por delante. Probablemente ella ya
esté trabajando en eso.
Mis favoritas:
2) Pedestrian At Best
4) Small Poppies
5) Depreston
8) Kim's Caravan
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